El caso es que hoy, por lo visto, estamos en alerta naranja por fuertes vientes y precipitaciones, aquí en Galicia. Llueve y hace viento, aunque las temperaturas nos respetan. Por lo que me han dicho, unos diez grados menos que por Valencia, pero bien.

Y aún a riesgo de acabar en las noticias, me fui esta mañana a la playa de Riazor a ver qué había de cierto. Porque si todos los niños de Lugo y A Coruña no tienen colegio, será por algo. Y allí estaba, la grandeza del Océano Atlántico rugiendo contra las playas y rocas. Una buena oportunidad para sacar partido a la velocidad de obturación de la cámara y congelar ese instante en que el agua se creía poderosa, desafiando a la gravedad. Al final, calló. Y yo me fui a casa, magnificado por el océano. Nada que ver con nuestra piscina caliente, también llamada Mediterráneo.

En imagen, la playa de Riazor al final de la mañana, a camino entre desaparecer bajo el agua y replegarse por miedo. En el centro de la imagen al fondo, el estadio que coge nombre de esta zona.