agosto 2015

La San Francisco del Atlántico

Publicado el jueves, 6 de agosto de 2015

A decir verdad, desde que llegué a este lugar del mundo siempre escuché aquello de las semejanzas entre San Francisco y Vigo. No sin escepticismo, oí a todos los que decían que la ciudad californiana y la gallega se asemejaban en su clima, cuestas y hasta en un puente icónico. Con el paso del tiempo,se sumaban más atributos que supuestamente compartían las dos urbes y que yo no acababa de creer. Hasta que hace unas (demasiadas) semanas estuve a orillas del Pacífico como punto final de un maravilloso viaje de novios con Cris.

Pero vayamos por partes. San Francisco es una ciudad icónica, mil veces retratada en películas y series, idolatrada hasta la extenuación y capital contemporánea de la libertad y del progreso. Asediada por guiris incansables y construida en la diversidad de la globalización, se ha constituido como uno de los grandes polos de atracción del oeste americano. Con esta descripción, muy pocos verían semejanzas con Vigo. Pero hay algunos parecidos razonables, de verdad de la buena.

Cerrar los ojos y ver San Francisco es imaginarse en esa eterna cuesta que cruza la ciudad. Un tobogán desafiante que te arroja desde ese montículo sin fin hasta la fría bahía, pero multiplicado sin fin. Las cuestas desenfrenadas intercalan ascensos y descensos caprichosamente y jalonan la ciudad. Un reto para amortiguaciones poderosas que tiene un pequeño reflejo en Vigo. A su lado, aquí las cuestas acarician los gemelos.

Los coches saltimbanquis comparten protagonismo en California con un puente que tiende lazos en nuestra memoria aunque no lo hayamos atravesado. Y es que el Golden Gate, teñido de rojo y con una sombra negra de suicidios, es sin duda el paso elevado más reconocible del mundo. Caprichoso y juguetón con la niebla, contempla San Francisco desde un segundo plano mientras acoge esas kilométricas retenciones. Guarda semejanzas, aunque no exactamente constructivas, con el puente de Rande que conecta la ría de Vigo en su punto más estrecho. En ambos casos es necesario apartar la vista de la carretera, temerariamente, aunque sea unas decenas de metros.

Y es que precisamente nuestros ojos se desvían tímidamente hacia dos entornos que se calcan: la bahía de San Francisco y la ría de Vigo. Con una configuración muy semejante, dos lenguas de tierra se hunden en el mar mientras son salteadas con puntitos multicolor en los que crece la vida. Naturaleza en estado puro, entremezclada con la imborrable huella del hombre.

Vigo y San Francisco también cuentan con dos pequeñas islas que comparten protagonismo en el centro de tanta agua: San Simón en el caso de Galicia y Alcatraz en California. Y aunque con un poco más de marketing en el segundo caso, ambas piedras sirvieron de presidio en algún momento de la historia. Lo cierto es que si hablamos de tiburones, aguas gélidas y corrientes traicioneras, se debe reconocer que en bravura gana la opción de Alcatraz, ya que las mareas vivas permiten en algunos casos ir casi andando hasta “la roca” gallega. Mejor aguantarían las Islas Cíes la comparación con la icónica isla-prisión norteamericana.

¿Y qué hay al otro lado de la ría o la bahía? Sausalito y Tiburón o Cangas y Moaña, según se mire. A golpe de barco y con una forma muy distinta de entender las cosas, estas localidades reivindican su singularidad para convertirse en polos turísticos. La fugaz visita que tuve a Sausalito no me dio para analizar en profundidad las semejanzas con el O Morrazo way of life pero...

El clima de San Francisco es lo suficientemente cálido para contentar en invierno y suave para pasar un verano agradable. Nada de extremos en California, podríamos decir. Algo muy parecido a lo que ocurre en las Rías Baixas, también conocidas como Galifornia por su excepción climática al, a veces, rudo tiempo que predomina en otros puntos de Galicia.

Vigo es la ciudad de la vanguardia, cuna de la llamada Movida viguesa de los ochenta, espacio de creación en algunas etapas de muchos pintores y punto de diversidad étnica gracias a su puerto. Todo esto ha hecho que Vigo sea una ciudad liberal y transigente, cosmopolita y abierta y metida de lleno en la vanguardia. Adjetivos que, sin duda, definirían muy bien a San Francisco.

Y así podría continuar con las comparaciones, hasta el fin de los días. Hablaría de la cierta decadencia industrial que comparten las dos ciudades, de la cultura del vino y el marisco (ejem, ejem), del amor por los movimientos urbanos o de la ley de la selva que imponen los conductores de transportes públicos (en un caso al mano de vitrasas; en otro, de cable cars). Pero en algún momento se debe parar.

En imagen, un poco de mar con tierra, unas gaviotas, unas nubes, un atardecer imponente por poniente y un puente. Podría ser una vista de ambas ciudades pero, en este caso, la anotamos en la cuenta de San Francisco.

LinkWithin

Related Posts with Thumbnails