Gracias a todos aquellos que transnochasteis y os esperasteis a la medianoche. También a los que me buscasteis a lo largo de la mañana. Incluso a los que me hicisteis un hueco por la tarde. Por supuesto, a los que me felicitasteis rozando el límite del día. Y, sin duda, a los que acabáis de caer en que ayer era mi cumpleaños. Gracias.

Gracias a los que me llamasteis, a los que me enviasteis un sms, un correo o una postal y a los que aprendisteis que Facebook es una herramienta maravillosa para entablar relaciones personales, para saber de alguien que está a cientos de kilómetros. Y a los pocos -¿afortunados?- que lo pudisteis hacer en persona. Gracias.

Gracias a los que fuisteis ingeniosos, a los que sois más clásicos que un Cadillac del '64 y a los que tuvisteis un poco de todo. A los que me esperaba a las 12 en punto y a los que no. Gracias.

Millones de gracias a mi novia, mi familia y mis amigos. A mis compañeros de periodismo, de piso, de máster y de tantas otras cosas que he tenido y tengo en estos últimos 24 años. Y a Bancaja, que otro año más no ha faltado a su particular cita. Gracias.

En imagen, uno de los pasteles que me han ayudado a celebrar un cumpleaños raro. Raro porque hace cinco meses no hubiera ni soñado estar aquí. Y raro porque hace un año ni sabía qué era esto. Cosas como ésta me demuestran que la gracia de las cosas está en lo que tienes, sin olvidar lo que te falta.