febrero 2012

La vida se mide en cajas

Publicado el domingo, 19 de febrero de 2012

Coge todo lo que tienes, todo lo que has sentido, todo lo que has guardado, olvidado, amado y odiado. Arranca tus recuerdos de esos sitios oscuros o pacíficos en los que estaban y organízalos. Sí, sí, el póster de Wong Kar Wai que cuelgas desde A Coruña también. Empújalos de su orden personal a un completo desorden social. Son las normas. Arma cartones y fíjalos con precinto Tesa. Reparte mientras recuerdas. Reencuentra y sonríe. Acumula y frunce el ceño. Tira y sufre. Ensúciate y come cualquier guarrada. Pero eso sí: detente, observa todo lo que te rodea. Naciste sin casi nada y, ahora, un montón de cajas, maletas y bolsas forman parte de ti. Son una losa demasiado grande para cambios bruscos. Y un problema logístico de primera magnitud y una oportunidad única para reflexionar. Y tú, ¿en cuántas cajas crees que serías capaz de meter tu vida tal y como la conoces hoy? ¿Cuánto ocupa un buen recuerdo? ¿Y una sonrisa? La semana que viene me respondo.

En imagen, unas cajas gentileza de Froiz y sus proveedores se preparan para descubrir mi cuarto domicilio en Galicia en tres años y pico, el tercero en Vigo. Va a ser un buen cambio.

¿Se rompe el BNG?

Publicado el martes, 14 de febrero de 2012

Me preguntan con inquietud desde Valencia si el BNG se rompe, después de la escisión de "os irmandiños" de este fin de semana. Los partidos de izquierdas son así, una amalgama de sensibilidades -a veces de personalismos- que dirime las diferencias de sus corrientes en un cara a cara. Una lucha sobre la arena que, según se vea, es un ejercicio despótico por el poder o el más sano ejercicio de la democracia. Es lo que tiene apostar por dar voz y voto, que a veces pareces un barco hundido; otras veces, lo eres.

El BNG ha sido durante muchos años el espejo en el que se han mirado muchos otros nacionalismos de izquierda. Un espejo que, no hace demasiado, era brillante, lustroso y un maravilloso ejemplo para ciertos sectores progresistas. Encandilaba la forma en la que atraía a un público que en otros sitios es granero de votos de la derecha, sin renunciar a los más jóvenes. Porque, si hablamos claro, los valencianos suspirábamos por el Bloque, al menos desde la distancia. Ahora que tenemos a Compromís, cómo han cambiado las cosas.

El Bloque murió de éxito con el bipartito progresista de 2005-2009. Tantos años haciéndole la oposición a Fraga y trabajando en concellos de toda Galicia no sirvieron más que para proyectar una imagen rancia, continuista y colaboracionista. Puede que no hubiera muchas más opciones, no lo sé. Pero la gente de izquierdas, que muchas veces vota con el corazón o no vota, decidió castigar tantas promesas talla XL y realidades talla M. El batacazo electoral del Anxo Quintana lastró al PSdG y aupó a Feijóo a una Xunta que casi ni él mismo se esperaba. Pero ése es otro tema.

El caso es que el BNG ha empezado su enésima guerra interna para digerir la derrota de hace tres años (en la Xunta) y la reafirmación de hace uno (en los concellos). Uno de los cargos más representativos del Bloque, el otrora aglutinador e histórico Beiras y su corriente Encontro Irmandiño, abandonaron este fin de semana la disciplina del partido. Una marcha más que simbólica que amenaza con desmembrar la izquierda galeguista. Un proceso que vamos a ver con toda su crudeza en los próximos días, en los que se va a hablar mucho sobre cómo se reparten los concejales actuales. A un año vista de los comicios autonómicos, hay vida más allá para el galeguismo y la izquierda.

En imagen, Encontro Irmandiño ratifica un secreto que ya se escuchaba desde hace tiempo por estos lares. Imagen sacada de El Correo Gallego.

Un país de vinos

Publicado el domingo, 5 de febrero de 2012

Uno, según pasa los años, descubre cosas de sí mismo que no esperaba en la crisis de los "Ze" (lo que en valenciano utilizamos para hablar de los años que incluyen esta sílaba, esto es, del 11 al 16 [onze, dotze, tretze, catorze, quinze i setze]). El inexorable avance del calendario hace que cambiemos de parecer mucho más rápido de lo que estamos dispuestos a asumir. Son pequeñas cinceladas que acaban por transformar una tosca roca en una bella escultura. O al revés, no importa. Y aunque en la vida nos aferramos a tratar de vender que somos fieles a unos valores, si no le gustan tengo otros.

Pese a que es una exageración esto que digo, como toda hipérbole, tiene bastante de cierto. Somos animales de cambios. La evolución nos ha hecho sobrevivir y nuestra aversión a la conformidad nos separa de la extinción. Vamos, que nos gusta la salsa y desdecirnos con sibilina habilidad.

Mi penúltimo Ctrl+Z ha sido el vino. La fermentación alcohólica de las uvas me parecía una cosa de señores mayores, de sommeliers vendedores de humo o de carteras acolchadas por billetes. Un lujo asiático con egocentrismos esparcidos por toda la península, en una frívola pugna de matices casi inexistentes. Poesía barata en la que "afrutado", "cuerpo" o "esencia de barrica" adquirían una pomposidad excelsa. Y más para alguien cuyo padre tiene la extraña afición de coleccionar botellas de vino, en lugar de abrirlas; y le apoya.

Pero como todo proceso, siempre hay tiempo para la rehabilitación. Y mi llegada a las Rías Baixas fue el punto de inflexión. Con frecuencia se descorchaba un Albariño, el vino blanco más exitoso de Galicia. A veces era un Ribeiro, con tonalidades afrutadas. Esporádicamente un Godello, un vino con cuerpo. Y, cuando tocaba cambiar de tercio, el tinto de Mencía ponía sobre la mesa su esencia de barrica. Poesía barata para honrar la ardua tarea de la fermentación de la uva y, como no, exaltar la grata compañía que suele preceder al descorche de una botella. Un lujo low cost. Porque con botellas de cinco euros o de la casa, el ritual carece de pomposidad excelsa y se centra en que Galicia es un país de vinos.

En imagen, un tinto remolonea en el fondo, escurriéndose por las paredes de la copa. En el fondo se entrevé un paisaje cualquiera, con compañeros de tropelías harto conocidos.

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