¿Será por sabores?

Publicado el sábado, 1 de mayo de 2010

"¿Sabes algo?", pregunta alguien al otro lado del teléfono. O de un chat. O en persona. Y la respuesta es siempre la misma: "no, todavía no". Incluso hay quien ya ha incorporado esa coletilla a su conversación regular, con distinta intención. Los más, se interesan; otros, también guardan un deseo velado para que un final sea el principio de algo ya conocido. No culpo a nadie, cada uno tiene sus motivos. Todos coinciden en su fe y yo agradezco su interés.


El qué será de mi vida laboral cuando en julio acabe el programa en el que estoy metido es una incógnita. Hay tantos movimientos y tan poco casuales, que nadie tiene respuestas. Cada vez siento más y más el peso de un cronómetro inmenso, especialmente en semanas como ésta. Piensas en qué puedes estar haciendo mal, qué falla o por qué X e Y no se acaban de cruzar nunca.

Pero al final descubres que el problema no es de X, ni de Y, ni de tu valía personal o profesional. Ni siquiera de la crisis. Y es cuando te das cuenta que la vida está llena de sabores y que nada acaba en los caramelos de menta. Y que la respuesta a la pregunta es "sí, sé que me esperan cosas buenas y llegarán porque quiero que lleguen, estoy convencido".

Me gustan estas entradas tan crípticas, que sólo se pueden leer con los ojos muy cerrados y con mucha intención. Te insuflan autoestima y bajan de cualquier peana eclesiástica mi blog. Porque esto sería muy aburrido si me dedicara a contar sólo las cosas bonitas y que me salen bien. Creo que están de moda, aunque nunca podré llegar a la maestría de Eduardo.

En imagen, un puñado de caramelos daneses se agolpan en un recipiente que los adopta para la ocasión. Cumplen una extraña regla, aplicable a la vida real: los más apetecibles nunca consiguen colmar las expectativas, sólo engañan a la vista.

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