Historia de una ida y una vuelta (I)

Publicado el miércoles, 9 de diciembre de 2009

Unos seis meses después he vuelto a Valencia (un corto puente, pero menos da una piedra). Y, como siempre, todo es igual y todo es distinto. Y el viaje de ida no iba a ser una excepción:

  • Renfe está estrenando unos nuevos trenes con megafonía trilingüe. Es una coña escuchar el nombre de aldeas con apeaderos, como Osebe o A Escravitude, en inglés: "Train destination A Coruña, next station A Escravitude". Eso por no contar que, como tiene mucho que decir, empieza a anunciar la parada de Santiago en Vilagarcía casi (chiste autóctono).
  • El dichoso Plan E también llegó a Santiago y, ahora, la parada de bus ya no está donde hace seis meses. Creo que he tenido mi primera discusión en gallego con el conductor. Pero me llevo dos lecciones: si donde antes estaba la marquesina ahora hay un inmenso agujero, algo falla y debo aprender a callarme; y necesito ampliar mi repertorio de expresiones de indignación en gallego.
  • Los de Ryanair están empezando a tener buen corazón: retraso de 20 minutos antes de salir de Santiago y uno de los azafatos se para a traerle un cinturón a una niña, para su osito de peluche; otrora, le obligan a meter el osito en la jaula esa, se lo hacen facturar y le cobran un suplemento de 40€. Por cierto, aquellas azafatas rubias albinas y azafatos pelirrojos y pecosos, con nombres impronunciables, pasaron a la historia. También suplantaron la vieja locución de seguridad de Ryanair en castellano; desgraciadamente la nueva sigue diciendo "en presecución".
  • No sé cuántos vuelos después, por fin despego de Galicia en pleno diluvio universal. Un espectáculo escuchar a la gente cada vez que pasábamos por turbulencias (por llamarlo de alguna manera). Mientras, bien aparcadito cerca de la cabecera de la pista, el nuevo jet privado de Amancio.
  • Ya en Madrid, lo mismo de siempre: mucho más frío y todo más grande. No me gusta nada su skyline, ni eso de ser un punto feo en un páramo. Tal vez por mis reticencias, Madrid se vengó de mí con montones de personas con gafas de sol, mientras yo aguantaba mi paraguas. Y las mías guardadas desde octubre en un cajón, cuán injusta es la vida.
  • Barajas, esa joya de la ingeniería española con cuatro pistas y con una capacidad de 100 operaciones a la hora, parecía el Aeropuerto de Reus. ¿La razón? Muy sencillo, el rádar de superficie de Barajas estaba estropeado (qué casualidad que todo se estropee en fechas señaladas o cuando se está negociando el nuevo convenio colectivo) y todas las operaciones se realizaban manualmente. Resultado, 15 minutitos de regalo a la llegada a Valencia.
Pero pese a todo...llegué. Aunque también volví, pero de eso no me toca hablar todavía.

En imagen, unos afortunados salen en el vuelo directo Santiago-Valencia de Air Nostrum. Otros, por 500€ menos, vamos con Ryanair por Madrid y llegamos tres horas después...

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