La ley de las décadas

Publicado el domingo, 2 de julio de 2017

Pongamos por caso que hace algún tiempo decidí que, una vez por década, haría un gran viaje. Uno de esos en los que hasta facturas una maleta. Uno en el que tienes que poner la lavadora en algún lugar lejano porque no tienes tanta ropa. Uno con cambio horario de los buenos. Uno a un destino que aparece en una camiseta de Pull&Bear. Uno en el que recrear algo que has visto en una película. Vamos, un viaje de esos de folleto de agencia de viajes, a lo grande.

Supongo que el primer gran viaje al uso fue el de mi luna de miel, un road trip entre California, Arizona, Utah y Nevada. Con 30 años recién cumplidos y un anillo en el dedo anular, a golpe de milla en carreteras interminables y tortitas con sirope de arce, estaba liquidando la primera hoja de este pasaporte vital.

De esto hace dos años, por lo que mi teoría del gran viaje por década se mantendría latente hasta 2025, que no es poco. Suponía que podría engañar al cuerpo con una excursión por aquí, una escapada por allí, unos viajes al Mediterráneo y alguna chapuza más. Pero las conversaciones tejidas a golpe de vueltas al mundo y de veranos buceando en otros husos horarios, poco a poco consiguieron que las prioridades fueran cambiando.

Mientras este runrún avanzaba, el mundo se encargaba de dejarme claro que las planificaciones mentales no sirven para nada. Dicho de otra manera, todos nos hacemos cuentas de nuestro tiempo vital y puede que creas estar jugando apaciblemente en el segundo cuarto y la realidad es que estás en la recta final del partido. Suena duro, pero los sueños por realizar no se cumplen solos.

Dicho esto, convenía engranar la directa y emprender otro de esos viajes de más de 10 horas en avión, de meter unas líneas más a Greenwich. Y aunque Japón ganaba enteros, a veces conviene no meter más palos en las ruedas y dejar que todo converja donde tiene que hacerlo: Canadá en este 2017. Así que, aprendamos a remar en lagos, a escapar de los osos, a llevar calcetines reivindicativos y a contar en CAD. Adelantemos unos años el viaje de los 40, no vaya a ser que una crisis existencial me lo quite.

En imagen, el icónico Half Dome de Yosemite. Una de esas imágenes de mi álbum de naturaleza en estado puro que, muy pronto, ampliaré.

1 comentario

Comentarios

Manolito de Murcia dijo...

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