La dualidad

Publicado el jueves, 4 de octubre de 2012

La respuesta a todo pasa por una simple cuestión: siempre hay dos respuestas, la que tú tienes y la contraria. La mecánica social ha reducido cualquier tema opinable a un vector que lucha constantemente por estirarse a un lado o a otro del mismo eje. Es la forma más cómoda de contener la explosión de colores que somos y, por qué no, de atar en corto a nuestro particular rebaño de ovejas. Es así, hay que decidir.

Ahora bien, algunas personas nos sentimos a gusto en el oficio del funámbulo, desfilando por el abismo que separa toda respuesta y abrazándonos a la ambigüedad. Somos unos polizones agazapados en el barco del adoctrinamiento A veces nos comportamos así porque vemos matices interesantes a un lado y a otro; a veces, porque dudamos hasta de nuestro nombre. Y precisamente todo esto es compatible con un cabo suelto que parece quedar en esta especie de teoría de la indeterminación, que es el derecho a que algo pueda no gustarte en un momento determinado.

En mayor o menor medida, todos somos duales, tenemos dos partes de nosotros que se contraponen. De cómo seamos capaces de reprimir una de ellas, conseguiremos proyectar una imagen de mayor unidad, de firmeza y de convicciones innegociables. Una especie de Marlon Brando en El rostro impenetrable. Pero aquí ya entran en juego cuestiones de conducta social, de asignación de roles y hasta de cuentos de hadas, porque todos tenemos un Pepito Grillo por ahí.

Y con ello, por fin, creo que doy respuesta a todos aquellos que me preguntan si me gusta más Alaquàs o Galicia, si prefiero A Coruña o Vigo o si mataría por chocolate blanco o por chocolate negro. Todo en su justa dosis, tiempo y forma.

En imagen, una elección como cualquier otra: la tranquilidad del que yace sentado, frente al movimiento del río.

Sin comentarios

LinkWithin

Related Posts with Thumbnails