Reflections from Portugal I: recortes

Publicado el martes, 1 de mayo de 2012

Hace tres años no sabía nada de Portugal. Algo intuía: un país pequeño, eterno olvidado de Europa, con una lengua poco interesante y anclado en un pasado colonialista que le había superado. Hoy sonrío y me aferro a la letra de aquella canción que dice que "soy como Portugal, todos me descubren tarde y mal".

Creo que he estado unas 15 veces en Portugal. Me vienen a la cabeza Porto, Lisboa, Valença do Minho, Coimbra, Viana do Castelo, Caminha, Braga, Guimarães, Vilanova de Gaia, Vilanova de Cerveira, Fátima, Vila do Conde, Ponte de Lima, Nazaré, Alcobaça, Óbidos, Batalha, Sintra, Leiria, Cascais, Estoril y alguna más que me dejo en el bolsillo. Siempre que puedo vuelo por Sa Carneiro, como pasteis o bolos e intento ir a clase de português básico. He probado el vinho verde, el vinho do Porto, el vinho do Alentejo y recupero el sabor olvidado del Guaraná. Churrasco de frango, bacalhau à bras y francesinha. Me gusta su café Delta y admiro los equilibrios que hacen para llegar a fin de mes. Y por eso he decidido iniciar una serie (de tantas y tantas que empiezo y decido dejar en stand-by) para contar algunas cosas de nuestros vecinos. Porque no, no sólo de Mourinho y de señoras con bigote viven los lusos.

Portugal es un espejo en el que mirar el futuro. Intervenida hace poco más de un año y sacudida por la precipitada salida del líder socialista Sócrates, nuestros vecinos del sur viven gobernados por los mercados y la pérdida de derechos. No en vano, el simbólico 25 de abril de este año fue un claro homenaje a las libertades conseguidas con aquella revolución de los claveles. Un drama macroeconómico que se traduce en un duro programa de recortes desde que el FMI y la Unión Europea tomaron el timonel de las finanzas lusas.

La banda sonora os resultará familiar: todo vale para controlar el déficit, pese a saber que el crecimiento no llegará por esta senda. Y el guión también, que a estas alturas copa portadas a este lado de la frontera. En el último año el gobierno de Portugal subió el IVA y dejó el de la restauración en el 23%. El gobierno de Portugal también empezó a cobrar 20 euros por acudir a urgencias y 5 euros por cada visita al médico de cabecera; de los medicamentos y del cierre de centros, ni hablamos. El gobierno de Portugal flexibilizó el despido dejándolo en 8 días, redujo las vacaciones a 22 días y bajó salarios en la función pública. El gobierno de Portugal sugirió a 200.000 de sus 500.000 funcionarios que tal vez era un buen momento para emigrar antes de meter tijera. El gobierno de Portugal cedió la gestión a manos privadas de las autovías construidas con fondos públicos (incluso europeos), pasando a cobrar peajes en más de 1.000 kilómetros de viales de alta capacidad que vertebran todo el país. El gobierno de Portugal tiene entre manos la privatización de todas sus participaciones en empresas de sectores estratégicos.

¿Y qué ha conseguido el gobierno de Portugal en este año de cinturón apretado? Que se desplome el turismo y el consumo, que se lastre gravemente la libre circulación de personas y mercancías, que aumente el paro hasta el 15%, más recesión, más pobreza, más desequilibrios y que se alargue sine die la recuperación... Algo soñado. Pero claro, aquí no pasará eso, ¿verdad?


En imagen, una mujer pasa junto a una pintada contra el FMI en Coimbra. La llegada de organismos de regulación y supervisión económica a Portugal ha sido silenciosa en comparación con Grecia, pero sus decisiones igual de letales.

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