La semana de las causas perdidas

Publicado el domingo, 13 de febrero de 2011

Quien algo quiere, algo le cuesta. Y, a veces, el peaje a pagar se llama "insistencia". Como tengo un máster en perseverancia y causas perdidas, no son pocos los que acaban dándome la razón, aunque sea por agotamiento. Y no me amilano ante servicios de atención al cliente.


Mi plancha deja de funcionar un día. Como estaba en garantía y tenía una plancha de reserva, la llevé al servicio técnico. "En tres días está, te llamamos". Por supuesto, nunca llamaron. A los cinco días levanté el teléfono y me dijeron que si tal la miraban sin falta esa tarde y me llamaban. Por supuesto, nunca llamaron. Llamé y no cogieron el teléfono. Peor para ellos, porque fui hasta allí y me contaron que la plancha había cascado y que tenían que pedir otra. Una semana tardaba. Por supuesto, no llegó y nadie llamó. Y así se repitió la historia durante cinco o seis días más. Hasta que al final me dijeron que era un problema de Ariete en Barcelona y que si tal les cantara las cuarenta a ellos. Dicho y hecho. ¿Al final? Que la culpa era de Italia, que no les enviaba la dichosa plancha. ¡Vaya por dios con Berlusconi! Llamadas y más llamadas hasta que al final la chica de atención al cliente me dijo un lacónico "chaval, el plazo legal desde que entregas la plancha para darte una solución es de un mes, así que olvídate del asunto hasta entonces". Y así fue, al mes de entregar la plancha -el viernes- me llamaron para decirme que allí estaba, lista para recoger. Con mi plancha nueva bajo el brazo bajé las cuestas, no sin pensar que nunca más volveré a comprar nada Ariete.


Revisando gastos descubro que, llame mucho o poco por el móvil, Movistar siempre me factura lo mismo. Extraño. Entro en la factura electrónica y, para un día que funciona, reviso conceptos y estoy pagando un fijo por Internet y un bono mensajes que nunca he contratado ni utilizado. Indignación. La historia se remonta a unos ocho meses atrás, que multiplicado por 12 euros en cada ciclo, dan un buen pico. Llamo al 609 y, después de que me cuelguen un par de veces, consigo hablar con alguien que no me tiene a la espera 20 minutos. Nada como amenazar con llevar el asunto a Consumo. Promete que al día siguiente me llamará y que hará todo lo posible por solucionarlo. Y al día siguiente llama, puntual. De momento, me devolverán los últimos seis meses y luego habrá que abrir otra incidencia. Pero está claro que en el preciso instante que cumpla la permanencia, Movistar se queda sin un cliente, que ganará Simyo. Importo poco, lo sé, pero no me robarán más.


En imagen, mi nueva y radiante plancha. No es que sea nada del otro mundo, pero todavía no he madurado lo suficiente para comprar un centro de planchado. La vida en pareja lo exigirá en un futuro, lo sé. Aunque, claro está, no será de Ariete.

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