El amor en los tiempos del banco

Publicado el jueves, 8 de septiembre de 2016

El tema de conversación predilecto esta semana en Vigo, con un café o una cerveza delante, es sin duda un vídeo de amor desenfrenado sobre un banco en pleno centro de la ciudad (si me permitís, no voy a contribuir todavía más con su difusión). Un material que es carne de cotilleo y que ha corrido como la pólvora entre los grupos de whatsapp y por las redes sociales. De hecho, sería digno de un estudio sociológico que midiera el enraizamiento social y viguesil de cualquier individuo, según el tiempo que haya tardado en recibirlo.

Los cortometrajes (sí, encima llega con varias entregas ordenadas por temática) y fotografías muestran a una pareja entregada a su causa sobre parte del mobiliario urbano, a plena luz del día y en una concurrida calle de la céntrica zona de O Progreso. Aquí hay quien dice que eran las 8 de la mañana y quien cuenta que era casi mediodía. También hay quien desliza que los tortolitos podrían no estar en plena posesión de sus facultades. Se abre el abanico de las especulaciones de su zona de procedencia y hasta de sus trabajos (cierto es que el chisme se ceba más con ella, como si fuese más cuestionable su actuación que la de él). Incluso más de un incrédulo, entre los que me incluyo, creía que era algo previamente planificado o parte de una campaña de publicidad, pues nunca qué se puede llegar a hacer para atraer un puñado de turistas o promocionar la buena gestión municipal. Ya se sabe, las cosas cuando se hacen virales, se pervierten.

Pero lo cierto es que, en cuestión de horas, media ciudad teníamos el documento gráfico en nuestro móvil y contribuimos a alimentar una bola de nieve con nuestros jocosos comentarios. Un alud en toda regla que se inició con la curiosidad y el morbo de algo conocido y que, cayendo por la ladera, arrastró todo lo que fue encontrando a su paso. Incluso a estos chavales.

Este asunto sirve para traer a colación uno de mis dilemas favoritos, que lo viene siendo desde aquellos tiempos del "Aulari V": el derecho a contar y el derecho al honor, a la intimidad y a la propia imagen. Vaya por delante que la intimidad es un concepto relativo a esas horas de la mañana en esa ubicación, pero también es cuestionable el valor informativo de un acto íntimo que no nos es ajeno. Soy un mar de dudas y cambio de parecer cada medio minuto. Tan pronto los condenaría a la horca (poéticamente hablando, claro), como les daría una piruleta y un abrazo. Y eso sin hablar de las penas de prisión, que las dispenso por momentos con la misma facilidad que Chuck Norris reparte leña: para los protagonistas, para el que graba, para la que toma café y hasta para el que puso el banco.

El momento de desenfreno es inapropiado por el sitio y el momento, es cierto. Horca. Pero también es cierto que no merecen un linchamiento de este calibre por un simple desliz. Piruleta. Se ha perdido el decoro. ¡Horca! Se ha perdido el derecho a la intimidad. ¡Piruleta! En ese banquito me he sentado yo, seguro. ¡¡Horca!! No hacen nada malo, es culpa de esta sociedad que tiene un tabú con el sexo. ¡¡Piruleta!! Voy a ser más demagogo: podrían haber pasado niños. ¡¡¡Horca!!! A veces las hormonas son así y, qué narices, parecen disfrutar, es sólo envidia. ¡¡¡Piruleta!!! Y así hasta la extenuación.

Poco se puede hacer para remediar el asunto, salvo dejar pasar el tiempo. En unos días el foco mediático y chismoso se ubicará en cualquier otro asunto y quedará en una graciosa anécdota. Confío en que sean capaces de aguantar el chaparrón, que ya hay que estar centrados o contar con buena gente cerca para hacerlo.

En imagen, un banco mucho más atractivo que tenemos en Redondela, desde el que admirar la belleza de la ría de Vigo. Por inaccesible y majestuoso, tal vez más apropiado para estos menesteres.

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