One hit wonder

Publicado el lunes, 14 de abril de 2014

Debo reconocer que, a veces, me gusta echar un vistazo atrás y ver qué fue de esos one hit wonder que pegaron fuerte en tu vida durante un periodo de tiempo muy limitado. Una especie de banda sonora de un momento que, tan pronto como empezó a sonar, se apagó en el silencio del tiempo. Y es que con los años descubres que esos éxitos efímeros te rodean: a veces son amistades, gente famosa que ves al otro lado de la tele o lugares a los que nunca vuelves. Pues creo que os debo una explicación a un one hit wonder en toda regla del que os hablé hace unos meses: el running. Pero antes de nada conviene aclarar que va camino de ser un grupo con varios éxitos.

La realidad es que, allá por el mes de agosto, me até mis zapatillas de trekking y me puse a correr, bajo la excusa de apoyar moralmente a Cris (quien por cierto ya corría en el gimnasio). Las heridas del primer día me hicieron ver que, tal vez, sería una buena inversión hacerme con un calzado algo más apropiado y algún pantalón corto para evitar los golpes de calor estivales. Empecé arrastrándome al dictamen de un reloj: 3 minutos a paso ligero, 2 minutos andando, 3 minutos a paso ligero y para casa. Aumenté las series y pasé a correr por distancia. Tres kilómetros, después tres y medio y, más tarde, cuatro. Fue todo un hito subir hasta los cinco kilómetros. Aumenté frecuencias de dos a cuatro veces cada semana. Y me puse un objetivo, alentado por otro corredor optimista: "en febrero corres la Interrunning de Porriño", una prueba de diez kilómetros. A cuatro meses vista, cualquiera sabe.

Pero vete tú a saber las razones, la prueba se canceló y decidí adelantar mis estreno en lo que se refiere a pruebas cronometradas en la Correndo por Vigo. El entrenamiento previsto no daba para llegar a la prueba de enero preparado, pero aún así forcé hasta llegar a mi primer 10k del tirón, una semana antes de lidiar con el resto de corredores. Y aunque el mal tiempo y los excesos navideños no ayudaron, acabé empapado y dignamente mi primera prueba oficina, con un tiempo de 47:12, casi un minuto menos de mis mejores pronósticos.

Justo en ese momento, la Interrunning de Porriño volvió a tener fecha de celebración y, ni corto ni perezoso, me apunté. Por cuestiones de organización se trasladaba a marzo y yo con ella, aunque la lluvia también. Ya sin los nervios del debut y con algo más de capacidad de controlar las -justitas- fuerzas, di un par de vueltas al circuito urbano que nos habían preparado. Aún sin demasiado tiempo para entrenar, y con una ración de arepas de la madrugada anterior en el buche, paré el crono en 46:39, brazos al aire mientras cruzaba la meta.

Y en ese momento surgió la duda: "¿corres la Vig-bay (una media maratón)?", me preguntaron. "Ni de broma", dije. Pero entonces empezaron los sudores previos al cambio de década que afrontaré el próximo año. Y del día a la mañana, me vi con un plan maestro para preparar un medio maratón en un mes: este fin de semana 12 kilómetros, al siguiente 14, al siguiente 16, al siguiente 18 y, al siguiente, la prueba (eso sin contar un par de entrenamientos más por semana). Me inscribí y empecé a correr como un poseso, hasta superar los 125 kilómetros en marzo. Y sobrecumplí el plan: 12, 14, 18 y 20, con un ritmo muy controlado.

Y con esos antecedentes me calcé las zapatillas hace una semana, ante mi primera prueba de 21 kilómetros. Junto a 5.000 personas más serpenteé por la carretera de la costa que une Vigo y Baiona, con las Cíes de fondo (estaban allí, parece ser). Sudé, sufrí y me hidraté como pude. A veces adelanté a los que se iban quedando; otras, me pasaban por todos los lados. Y bastante abatido, aunque con fuerzas para levantar un brazo, completé el recorrido en 1:45:15, un minuto por debajo de mis sueños.

En cierta medida, el domingo cerré un ciclo que ha durado unos ocho meses. Unos 450 kilómetros, dos pares de zapatillas, un día y medio a trote, siete kilos menos, algunas uñas caídas y muchos buenos momentos después, he pasado de ser un patoso corredor a alguien satisfecho de su esfuerzo.Y ahora abro otro, porque no sé muy bien cuál va a ser el siguiente reto deportivo a plantear. Tengo muchas ideas en la cabeza, pero sólo una pregunta: ¿dónde está el límite de mi cuerpo?

En imagen, una compilación de los tres dorsales que han sudado conmigo en estos últimos tres meses. Vamos a esperar para sumar el cuarto, que los kilómetros pesan.

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