Ding, dong, fin

Publicado el martes, 30 de noviembre de 2010

El deporte favorito de los no vigueses residentes en Vigo es, precisamente, rajar abiertamente sobre la ciudad. Más allá del tema en concreto, lo importante es criticar gratuitamente: que si tiene cuestas, que si siempre está en obras, que si se toman decisiones partidistas en cada adoquín, que sí... Es la eterna ciudad del "¿pero de verdad te gusta?". Y luego ya llegan las cosas que rasgan en la herida de un buen vigués: que si no es sede episcopal, que si no tiene infraestructuras de primera o, sobre todo, que si no es capital de provincia o autonomía.


El hecho de que Vigo no sea sede episcopal ni tenga una catedral propia, ya que comparte circunscripción con Tui, altera la vida diaria de sus ciudadanos. Sin ir más lejos, aquí las campanas que suenan cada hora no vienen del campanario de la concatedral, sino las de la sede de Caixanova. Extraño, sí, pero todos los días a las 8, 12, 15, 19 y 22 horas las campanas componen una melodía reconocible, mientras que a cada hora y su media avisan de la forma convencional. Algo tan característico para los que vivimos aquí que Siniestro Total las grabó e incorporó a una de sus canciones. Forma parte de la forma de hacer las cosas en Vigo.


El caso es que esta noche a las 22 horas sonarán por última vez las campanas de Caixanova, como en su día lo hicieron las de Caixavigo y la Caja de Ahorros Municipal de Vigo. Mañana repicarán a las ocho de la mañana, pero ya no serán las de Caixanova, sino las de la nueva Caixa de Aforros de Galicia, Vigo, Ourense e Pontevedra (todavía sin nombre comercial). Empieza un interesante escenario financiero en general y un -espero- apasionante futuro profesional en particular.


En imagen, la sede de Caixanova hace un par de meses, vista desde el Castro. Ganas tengo de cazar el momento en que desmonten el rótulo y cuelguen el nuevo.

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