enero 2009

Resulta que me levanté hace un rato, con firmes intenciones de limpiar el comedor (que esta semana me toca a mí) y de estudiar derecho fiscal. Vamos, uno de aquellos planes que apetecen, sí señor. Y mientras pensaba si coger el aspirador (y despertar a Eloy) o la escoba, me encontré la situación que podéis ver en la imagen: la lavadora tenía una nota. Sí, nuestra antigua lavadora germana sabía hablar en galego, ¡toma ya! Transcribo y traduzco: "Hola, soy la lavadora y estoy cargada, ¿alguien le puede dar al botón de encender? Luego la podéis colgar, son sólo sábanas y toallas, no tardáis nada. Gracias. Olalla". El caso es que no sé si pensar que la lavadora tiene algún tipo de problema (ocasionado por las repetidas "lavadoras de calcetines" de Eloy), si la lavadora se llama Olalla o si mi compañera Olalla tuvo que marchar pronto y, para no despertarnos, optó por dejar la lavadora lista y con una nota. Será eso...o que la lavadora y Olalla tienen la misma letra.

Vaya por delante que la lavadora está puesta y funciona perfectamente. Lo digo por si hay algún lector interesado en comprarla. Desde luego no es tan fashion como esas lavadoras con pantallas LCD, pero algo de romanticismo tiene. Igual algún día puede escribir una entrada en este blog, que en vista de lo publicado, no parece que se necesiten muchos requisitos. Espero ofertas por ella entre los comentarios.

En imagen, nuestra lavadora. No mentiría si dijese que era el segundo electrodoméstico al que más miedo le tenía antes de llegar aquí, tras la plancha. Pero les estoy cogiendo cariño.

En mi lección de cultura gallega volveremos a hablar de los caramelos Cuba Libre. Según he podido comprobar después de publicar la anterior entrada, tengo que matizar: no son tan ultrafamosos en Galicia como pensaba. Laura, Andreia y algunos compañeros de clase me han dicho que o bien no los conocían tampoco o bien no son tan "míticos". Si tenemos en cuenta que las dos personas que me dijeron que "no tenía infancia" son del mismo pueblo, no es difícil descubrir qué ha pasado.

Cortarme el pelo fuera de mi peluquería "de siempre" es un drama. Parece una tontería, pero me preocupa (aunque ligeramente). No me gustaría que un inexperto peluquero se topara, de repente, con mis remolinos imprevisibles, con mi estilo clasicorro o qué sé yo. No quisiera. Y, sinceramente, no creo que tenga posibilidad de aguantar hasta Semana Santa, que es mi próxima cita segura de avituallamiento en Valencia.

El caso es que, quién me lo iba a decir, Fernando Torres tiene la solución.

Y la explicación de la falla a este anuncio surrealista es sencilla, pero vayamos por pasos. Sí, es Ferando Torres (y no un doble como pensaba Eloy). Sí, es una peluquería que está bajo de mi casa (cutre por fuera, por otra parte). Sí, es un anuncio de verdad (con un presupuesto modesto, imagino). Sí, son amigos y por eso protagoniza este anuncio. Sí, tiene menos sangre todavía que en el anuncio para El Corte Inglés [Youtube]. A Coruña es una ciudad que me sigue sorprendiendo, nunca aprenderé.

Estaba yo estudiando contabilidad, entre asiento y asiento, cuando empecé a divagar. O divaguear, que define mejor la situación. El caso es que mi balance de pérdidas y ganancias mental estaba en crisis y no había forma de solucionarlo ni con un plan Zapatero. El caso es que me di cuenta que los valenciamos somos seres avanzados, sí señor. Por fin un motivo para sentirme orgulloso, después de tantos palos.

Me explico. Me hace mucha gracia cuando un estadounidense dice que vive en un país avanzado. Tan avanzado y respetuoso y blablabla (american way of life dixit), que tienen hasta un presidente negro (o afroamericano, como prefieren llamarlo los diarios pulcros). Y no puedo evitar que me entre la risa. Sí, porque se creen superiores por haber aupado al poder a un candidato de una llamada comunidad minoritaria.

Pues perdonen, señores americanos, pero los valencianos ya tuvimos un President negro. Vale, negro de Solmanía, pero negro al fin y al cabo. Lo votamos democráticamente y aupamos, con él, un sueño que ahora no recuerdo [entiéndase la ironía]. Y ahí, bien orgullosos los valencianos. ¿Que sus técnicas políticas eran dudosas? Seguramente. ¿Que nunca dijo una sola palabra en valenciano? Y tanto. ¿Que dejó tras de sí muchas preguntas sin responder? Ya te digo. Pero tuvimos el President con mejor percha y color de piel que se recuerda a orillas del Mediterráneo. Y eso tiene un precio.

El caso es que, volviendo al tema, Estados Unidos no tiene nada que hacer. Nosotros ya pasamos por ahí hace tiempo, en 1995. Reconozco que algunos de vosotros os sentiréis estafados con esta entrada. Pero sólo sólo tenéis que coger la foto de la entrada y comparar el color de las dos caras. Según mi Pantone, hay un par de grados de diferencia. Y, la verdad, no por ello vamos a dejar de decir que Obama es el primer presidente negro de los EE UU, ¿verdad?

En imagen, un Obama y un Zaplana. Cosas como esta demuestran que Honolulú y Cartagena son dos paraísos perdidos. O imperdibles, no sé bien.

Hoy recupero mi lección de cultura gallega, por aclamación popular. El caso es que voy a hablar de los caramelos Cuba Libre, que por lo visto son ultrafamosos en Galicia. Hasta el punto de que el otro día me dijeron que "no tenía infancia" y cosas peores por no haberlos visto nunca. Al contrario de lo que puede parecer, no saben a ron con cola, sino a cola (sin ron). Tiene su gracia descubrir a estas alturas de la vida los placeres de un dulce.

Hoy permitiréis que me refiera a Violeta y su blog. Y mi pequeño homenaje es para una de las entradas que más me ha llamado la atención en los últimos meses: sus frutas exóticas. El caso es que parece que en Colombia la cantidad de frutas desconocidas para los europeos es tan grande como la de armas, secuestros o demás topicos siempre presentes en conversaciones de aquel país. Sirva como tributo nuestro frutero común.

En imagen, el frutero donde dejamos nuestra fruta. Por si alguien se pierde en la abundancia y variedad, valga como salvavidas esta lista: manzanas, mango, kiwis y aguacate. Vale decir que el mango es mío, así como los kiwis. Las manzanas llevan más tiempo en el piso que yo y el aguacate...¿cómo habrá llegado hasta aquí?

Llevaba unos cuantos días guardando esta foto, porque sabía que alguien me daría -en forma de entrada en su blog- un motivo para utilizarla. No sabía cómo, ni cuándo, ni por qué, pero sabía que me sería útil. Y para seguir ahondando en mi fijación por la meteorología, la utilizo. Y para recomendar el blog de Eduardo y rendir homenaje a una de sus últimas entradas. ¡Y que alguien encienda la estufa, apague el ventilador o achique agua!

En imagen, el bonito panel de información del R-598 de Renfe entre A Coruña y Santiago de Compostela, hace unas cuantas semanas. Cosas como ésta me demuestran dos cosas: que hace pelete por aquí (en vista de las temperaturas) y que los gallegos tienen un buen servicio ferroviario (atendiendo a que son los trenes diésel más modernos del estado).

El caso es que no sé si lo he contado alguna vez, pero comparto piso en A Coruña con dos chicas y un chico. O, dándole la vuelta, dos estudiantes de arquitectura técnica (Olalla y Laura) y un periodista (Eloy), que ahora estudia un máster. Eso hace que, cuando afrontamos un problema, tengamos dos puntos de vista siempre: el racional y el emocional. O que en una noticia del telediario sobre la construcción haya dos focos: quien mira al periodista y quien busca consuelo y anhelo en el ladrillo.

Todo este rollo introductorio me sirve para felicitar a Eloy y poner a vuestro alcance algo bastante interesante. Le felicito porque ha conseguido un accésit en los premios de periodismo gastronómico Álvaro Cunqueiro [PDF], por su trabajo Coas nosas mans. Un concurso de carácter estatal y que, para los entendidos en la materia, no es un segundo plato (me permitiréis el chiste malo, ¿verdad?).

Este proyecto, que me enseñó nada más llegar a A Coruña y que he revisado alguna vez, me encandiló. Él se encargó de trabajar, junto a varios compañeros de clase más, en el apartado de Terra. Como podéis ver, un reportaje, una entrevista, un slide de diapositivas y algunas cartografías. Todo ello con un toque excelente y con un enfoque sorprendente. Un manjar coordinado por un profesor de la carrera, Manuel Gago.

En imagen, una de las imágenes que podéis encontrar en la web. Instantáneas como ésta me provocan envidia, porque nunca ningún profesor de periodismo en Valencia tuvo la decencia de animar a los alumnos a ser creativos, de creer en ellos. Pero me quedo con la alegría de Eloy.

El caso es que hoy, por lo visto, estamos en alerta naranja por fuertes vientes y precipitaciones, aquí en Galicia. Llueve y hace viento, aunque las temperaturas nos respetan. Por lo que me han dicho, unos diez grados menos que por Valencia, pero bien.

Y aún a riesgo de acabar en las noticias, me fui esta mañana a la playa de Riazor a ver qué había de cierto. Porque si todos los niños de Lugo y A Coruña no tienen colegio, será por algo. Y allí estaba, la grandeza del Océano Atlántico rugiendo contra las playas y rocas. Una buena oportunidad para sacar partido a la velocidad de obturación de la cámara y congelar ese instante en que el agua se creía poderosa, desafiando a la gravedad. Al final, calló. Y yo me fui a casa, magnificado por el océano. Nada que ver con nuestra piscina caliente, también llamada Mediterráneo.

En imagen, la playa de Riazor al final de la mañana, a camino entre desaparecer bajo el agua y replegarse por miedo. En el centro de la imagen al fondo, el estadio que coge nombre de esta zona.

Gracias a todos aquellos que transnochasteis y os esperasteis a la medianoche. También a los que me buscasteis a lo largo de la mañana. Incluso a los que me hicisteis un hueco por la tarde. Por supuesto, a los que me felicitasteis rozando el límite del día. Y, sin duda, a los que acabáis de caer en que ayer era mi cumpleaños. Gracias.

Gracias a los que me llamasteis, a los que me enviasteis un sms, un correo o una postal y a los que aprendisteis que Facebook es una herramienta maravillosa para entablar relaciones personales, para saber de alguien que está a cientos de kilómetros. Y a los pocos -¿afortunados?- que lo pudisteis hacer en persona. Gracias.

Gracias a los que fuisteis ingeniosos, a los que sois más clásicos que un Cadillac del '64 y a los que tuvisteis un poco de todo. A los que me esperaba a las 12 en punto y a los que no. Gracias.

Millones de gracias a mi novia, mi familia y mis amigos. A mis compañeros de periodismo, de piso, de máster y de tantas otras cosas que he tenido y tengo en estos últimos 24 años. Y a Bancaja, que otro año más no ha faltado a su particular cita. Gracias.

En imagen, uno de los pasteles que me han ayudado a celebrar un cumpleaños raro. Raro porque hace cinco meses no hubiera ni soñado estar aquí. Y raro porque hace un año ni sabía qué era esto. Cosas como ésta me demuestran que la gracia de las cosas está en lo que tienes, sin olvidar lo que te falta.

Los avezados lectores de Castelló entenderán, con dosis de humor, el sentido de esta entrada. Especialmente si explico que al lado de mi casa en A Coruña tengo un centro bakala que me permite rendir un pequeño homenaje al lugar en el que vive mi niña (quede bien claro que ella no es bakala). Y es que parece que pirámide va unido en todos los lados a lo mismo.

En imagen, un cartel cazado en la Plaza de Pontevedra de A Coruña, unos días antes de volverme en Navidades. Cosas como ésta me demuestran que las sonrisas se esconden hasta en un cartel de una plaza en obras.

Y aquí volvemos, con algo de retraso, a nuestra cita mensual con el clima de A Coruña. Durante este mes -al menos los 20 días que estuve- la lluvia se portó especialmente mal. Y a los datos me remito...Aún así tuvo un pequeño detalle-homenaje el clima gallego: despedirme con un radiante sol el 20 de diciembre. En enero, más.

Cuando tenga nietos les podré contar aquello de "yo estuve en Barajas un día después de que se cerrara por aquel temporal en 2009". O seguramente no, porque al paso que vamos de huelgas encubiertas, cubiertas y al aire libre, lo de los retrasos en la T1-2-3-4 va a ser algo más que normal. Pero el caso es que yo estuve en la primera del año.

Llegué a Barajas (T1) con dos horas de retraso, gracias al temporal y a que un simpático piloto consiguió robar media hora al trayecto. Era sábado y vi alguna especie de tienda de campaña, unas colas decamétricas en la mayoría de los mostradores de las compañías y unos cuantos cientos de vuelos con apostillas tan reconfortantes como "cancelado" o "retrasado". Toma ya. Yo mismo estuve a punto de cancelarme la primera parte del viaje, por miedo a que Ryanair lo hiciera más tarde por mí, sin darme margen a nada. Pero no pasó. Suerte.

Un vuelo y una estereotipada pareja de argentinos me enseñó toda una retahíla de insultos de la planura, en este caso dedicados a los "pelotudos mozos". El caso es que recorrí durante 10 minutos las entrañas de la T1, la T2 y vislumbré la T3. Bajé al metro con 30 segundos de margen y anochecí en la Gran Vía, frente a la tienda de Telefónica y su Iphone. Dos calles y Maria, Yeray y su simpática bola de pelos me estaban esperando. Por aquel entonces, Cristina, mis padres y algunos privilegiados más ya sabían que estaba sano y salvo. A mitad camino, sí, pero sano y salvo.

Tras un pequeño recorrido por la ciudad, una cena y un Sprite, acabé la noche en el piso de los tres. Con Mixi oliéndome. Y, aún cansado, aparecí en Barajas, 14 horas después. Y mira por dónde, vi en las pantallas cómo se cancelaban nosecuantos vuelos de Iberia y los de Ryanair salían en hora. Mis 0,96€ mejor invertidos (frente a los 200€ que seguramente habían pagado los incautos confiados de la aerolínea nacional). Al final de todo, el domingo fue el día de la llegada a Santiago, a A Coruña y a casa. Mi casa, otra vez, durante los próximos tres meses. Y, otra vez, casi todo lo que conozco y quiero a 1.000 km. ¡Toma ya!

Qué mejor manera de comenzar el año que con una entrada de agradecimiento a todos los que os habéis pasado por aquí de manera más o menos regular. Porque, si Google Analytics no se equivoca, ya son varios cientos de visitas (vale, en gran parte mías), desde rincones realmente sorprendentes. Es por ello que esta entrada se convierte en mi pequeño homenaje a los que, estoicamente, soportáis mis idas y venidas.

Y qué mejor manera de hacerlo que con un repaso a lo que han significado estos intensos tres meses de blog. O, si lo preferís, 41 entradas con esta que escribo. El caso es que me gusta seguir las estadísticas de este pequeño espacio. No es que den para mucho, pero me sirven para ver que la gran mayoría de vosotros estáis en manos de Windows Xp e Internet Explorer y que cada visita vuestra supone unos tres minutos. No está mal. Pero también me permite ver cómo llegáis hasta aquí: un 32% directamente, un 47% de otros sitios de referencia (véase desde casa de Toni o desde casa de Violeta) y un 21% desde Google. Y estas visitas, que en la mayor parte de los casos son de desconocidos, me desconciertan (como podéis ver en el cuadro anexo).

Os adjunto una impresión de pantalla para que veais de qué hablo. Mi blog se llama "En el final de la tierra"y eso se nota, ya que mucha gente espera encontrar aquí las imágenes del final de la tierra, del fin del mundo o del día del juicio final, ya que estamos. Otros, directamente buscan tópicos por aquí, sobre Galicia, los peregrinos o los dulces de navidad gallegos. Y a partir de aquí, la cosa se pone interesante. Hay un porcentaje importante de gente que espera encontrar aquí algo relacionado con Gadis o con "hace pelete". Y, para colmo, alguien ha hallado este espacio cuando buscaba a María Abradelo. Sí, probadlo vosotros mismos: "Maria Abradelo 2008" en Google y...ahí salgo, en la séptima entrada. Todo ello gracias a una entrada que no tenía nada que ver con María Abradelo, por cierto. Y, ahondando en la herida, hablar de esta entrada supone subir posiciones en el ránking sobre María Abradelo...

Por no molestar mucho más, el caso es que mientras este blog pueda sacar alguna sonrisa, seguiré. Y mientras me quede algo que contar. Y, de momento, parece que hay tinta para unos cuantos meses más. Quién sabe si algún día tendré que comenzar un "deponientealevante" o "En la orilla del mar". Quién sabe...