Las canciones de otros tiempos
Publicado el viernes, 26 de marzo de 2021
“Ahora que sólo el ahora es lo único que tengo”, dice una de esas canciones de Jarabe de Palo que te hacen besar la lona del cuadrilátero. Un leñazo que cantado y rimado parece que es más suave, pero que te deja un dolor sordo que viene y va. “Qué bonito que te va cuando te va bonito, qué bonito que se está cuando se está bonito”, se serigrafía en el retrovisor del tiempo.
Hace ya unos cuantos meses que Pau Donés murió y con él un poco todos. No seré yo quien levante uno de esos tributos en los que todo es bondad. Tampoco quien recurra al lenguaje belicoso para referirse a una enfermedad que a veces la medicina cura y otras veces no, sin más, sin batallas, sin épica, sin importar las fuerzas que pongas. “Depende. ¿De qué depende? De según cómo se mire todo depende”, suena de fondo.
Lo cierto es que siento de manera inevitable un poco de admiración con la manera en la que Pau llevó el cáncer. Como la que siente un jugador de fútbol de pachangas ocasionales hacia Messi. No sé si en el símil se aprecia suficientemente la desproporcionada distancia desde la que lo veo pasar. Y no puedo evitar entonar aquello de “ciertas cosas en la vida no se hicieron para mí”. La verdad es que nunca escuché en directo a Pau Donés, ni tampoco consumía con voracidad sus discos. Mantuve una relación amor-odio con su música que en 2009 conseguí encauzar más hacia la orilla del amor, que hacia la del odio.
Supongo que a veces las casualidades quieren que veamos señales donde no las hay, especialmente los que disfrutamos trazando líneas entre puntos. Pero no puedo negar que mis tres últimas revisiones se han alineado simétricamente con la muerte de Pau, la llegada a los cines de “Eso que tú me das” y el estreno en televisión precisamente de esta entrevista póstuma, hace ya algunas semanas. En esos días previos a los resultados mentiría si no dijese que cualquier señal inquieta, cualquier noticia te hace fruncir el ceño y cualquier soplo de aire te obliga a recolocar las gafas. “Si salgo corriendo, tú me agarras por el cuello” dan ganas de cantar más de una vez. Las tres revisiones, por cierto, salieron bien y voy lanzado ya a por los tres años de ITV favorables.
El caso es que hasta hace unos días había renunciado a ver esa charla entre Donés y Évole, porque pensaba que me superaría, que me obligaría a tragar mucha más saliva de la que estaba dispuesto, porque me tendría en vilo, con el corazón en un puño. Y mira, no estamos para sufrir, bastante llevamos cada uno en nuestra mochila como para cargar un rato las bolsas de otro. “Razón y piel, difícil mezcla”, batallan la cabeza y el corazón. Pero en el fondo sabía que no iba a encontrarme alguien místico o que rezumase sabiduría vital, sino alguien a quien no le viene bien morirse justo ahora. Como a todos.
Al hilo de la entrevista uno se pregunta cuál es el instante en que deja uno de ser enfermo de cáncer. Puede que cuando te operan, cuando recibes la última quimio o cuando acaban las revisiones a los diez años. Tal vez realmente nunca. O tal vez cuando pasa algo más grande en tu vida. “Y volver a ser yo mismo, que tú vuelvas a ser tú”, dan ganas de implorar a veces. Las enfermedades que llegan de repente no nos convierten en superhéroes, sino más bien lo contrario: nos hacen recobrar el sentido de la vida. Suena entre cursi y siniestro, pero cuando te das cuenta que vas dando saltitos sobre el filo de un cuchillo, entiendes que cualquier traspié acaba regular.
Pau se fue y es tal vez un poco tétrico pensar que esa voz y esas letras son de una persona que ya nunca más pertenecen al tiempo que vivimos. O tal vez es precioso, porque componer y escribir es una manera de guiñar un ojo a quien sea que nos eche de menos cuando no estemos. En cualquier caso, mientras llega cualquiera de esas cosas, que suene en Spotify aquello de “eso que tú me das es mucho más de lo que pido”.
En imagen, una de esas playas infinitas de O Morrazo, concretamente Barra, hace unas cuantas semanas. ¿Se ve al fondo el final de todo?