diciembre 2013

La vida sigue igual (sin ti)

Publicado el domingo, 15 de diciembre de 2013

Es curiosa la facilidad que tenemos para sorprendernos los humanos, máxime cuando llevamos muchos años repitiendo los mismos patrones y obteniendo idénticos resultados. Sin ir más lejos, hace unos fines de semana lo hablaba con un amigo exiliado que volvía a su casa durante unos días; hace unos años, con una Cris recién aterrizada en Vigo. Y ahora que estamos tan cerca de Navidades y restan unos días para que inicie el viaje de vuelta sin turrones, tendré una pequeña dosis de esta medicina.

Pongamos por caso que estás lejos de la que hasta hace poco era tu zona de confort: familia, amigos, lugares conocidos y cariño. Todo perfecto. Por un deseo de cambiar tu vida, por una oportunidad laboral o simplemente porque te apetece, metes millas y te vas a cualquier otro lado lo suficientemente alejado para que no puedas ir todos los fines de semana a comer a casa. Y una vez allí, vives tu vida. Echas de menos una parte importante de ésta porque, al final, era casi todo lo que conocías. Te falta un trozo enorme de ese círculo llamado "tu vida" (te cojo prestada la idea, Rober). A tus amigos y familia también les faltas, a veces mucho, pero digamos que el trozo de círculo es más pequeño. Y, con mayor o menor rapidez, mayor o menor elegancia, se va diluyendo el hueco.

Tú estás perfectamente: vives tu vida, conoces gente nueva y hasta montas un blog para contarlo. "Estoy fuera y sigo vivo, ¡soy la leche!", pareces decir a los cuatro vientos. Hasta que un día vuelves por vacaciones o fechas señaladas. Y descubres que la vida, sin ti, sigue inexorablemente. ¡Y vaya que si sigue! Intentas quedar con todo el mundo y, todo el mundo, tiene una agenda de ministro. Por no hablar de que van a ser muy pocos los que van a mostrar interés real en quedar (algo así como "yo por ti estoy dispuesto a cambiar un poco mis planes", un gran logro) o mandar un triste mensaje de "cuenta conmigo para vernos". Frustración, frustración y más frustración. Iluso de ti, pensabas que en la distancia el tiempo se detenía, que los anuncios de El Almendro estaban basados en una historia real como las películas de sobremesa de Antena 3.

El paso de los años me ha enseñado que todo esto tiene dos trucos casi infalibles. El primero es no esperar nada de nadie. O casi. Con una mano cuento las personas que están dispuestas a sacrificar un poco sus planes por el simple hecho de verme (sin tener en cuenta la familia más allegada, tampoco es que tenga la vida social de un ermitaño). Con verlos a ellos me sobra, porque al final es con quien mantengo el hilo gracias a las socorridas nuevas tecnologías. El segundo, esperar todo de todos. Y a partir de ahí, que la vida sorprenda. Cada vez que aplico estos dos trucos, vuelvo a mi vida a este lado del mundo más feliz, más descansado y con más ganas de seguir la vida. Porque, sí, la vida al otro lado también sigue sin mí. Y mi vida a este lado hace tiempo que es la vida.

En imagen, dos personas caminan por un boulevard de Lisboa. En imaginación, dos mundos avanzan juntos sin saber que van por la misma vida.

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