junio 2013

La difícil convivencia del binomio comercio-ecosistema

Publicado el sábado, 15 de junio de 2013

Más de uno me pregunta con insistencia por las imágenes de policías repartiendo palos a comuneros de días atrás en Vigo. Supongo que sorprende ver a señores que rozan los sesenta volando por los aires o plantando cara a las porras de los agentes. Ciertamente es un tema bastante complejo y llamado a polarizar la opinión de los vigueses en los próximos años.

Empecemos por los hechos. Desde hace unos meses se escucha con insistencia el desembarco en Vigo del grupo inversor Eurofund, una empresa con experiencia en montar saraos comerciales y de ocio. Hasta ahora, en España ha puesto en marcha uno en Zaragoza (Puerto Venecia) y avanza en la construcción de otro en Paterna, Valencia (Puerto Mediterráneo). A la fiesta del proyecto vigués, bautizado como Porto Cabral, están invitados los gigantes que copan estos espacios: Inditex (con unas cuantas tiendas ya esparcidas por la ciudad), El Corte Inglés (precisamente fue en la ciudad donde abrió su primera superficie en Galicia), Media Markt (dispuesta a trasladar instalaciones), Primark (que suena para abrir sus puertas en cada local que queda vacío), Leroy Merlin (no, todavía no tenemos uno de éstos) y la anhelada Ikea (que de momento se mantiene al margen con escepticismo). Todo esto para completar un área comercial de 60.000 metros cuadrados a los que se deben sumar 130.000 de ocio (se habló de grandes paseos, restauración, un lago navegable y hasta una pista de esquí). Una mole comercial en una comunidad que, precisamente, entiende de estos espacios.

El núcleo de la cuestión radica en la ubicación escogida: medio millón de metros cuadrados del monte Liñeiriños, en la parroquia de Cabral (nota mental, acabar la dichosa entrada que tengo sobre distribución geográfica gallega). Un espacio natural de bosque atlántico que sirve como parte del pulmón verde de Vigo. Un espacio goloso y casi deshabitado junto a uno de los nudos de comunicaciones más importantes de Galicia. Un espacio que muchos vigueses y no vigueses, entre los que me incluyo, no sabíamos muy bien ubicar hasta hace un mes. Un espacio cuyo principal propietario es la Comunidad de Montes de Cabral, una entidad jurídica singular sin ánimo de lucro con 900 comuneros.

Y aquí enlazamos con el principio, con las cargas policiales y los señores saliendo en volandas. El hecho es que la comunidad de montes tiene que decidir por mayoría si acepta la expropiación voluntaria y recibe 18 millones o se cita con una expropiación forzosa a precio de mercado (se habla de cinco millones). Y aquí los cuchillos vuelan: algunos comuneros acusan al presidente (quien lleva desde 1999 en el cargo) de ocultar información del proyecto y otros creen que ha sucumbido al canto de sirenas. Sea como fuere, unos quieren transparencia e información y, otros, votar y que esto se concrete cuanto antes.

Las bondades del asunto son las clásicas que se arguyen en estos casos: trabajo mientras se construye, trabajo una vez inaugurado y servicios únicos para la ciudad. Del empleo precario, del fomento de la burbuja comercial y del machetazo al comercio local no hablamos.

Como casi siempre pasa, el debate ya está acabado a estas alturas. Es decir, si Eurofund encuentra motivos económicos para instalarse, se instalará; si no consigue concitar a los grandes del sector, quedará en un proyecto abandonado. La pelota está en su tejado, lo digo con conocimiento de causa. Básicamente porque el Plan Xeral de Ordenación Municial (PXOM) de Vigo, aprobado entre mayo de 2008 y julio de 2009 no deja duda: Liñeiriños es terreno comercial. Este debate ya se perdió (o se ganó) entonces, cuando el equipo de gobierno de Caballero impulsó el plan a trompicones. Por primera vez se sentaban las bases de la ordenación urbana de la ciudad del futuro (construcción de la tercera ronda, polígono industrial de Matamá o urbanización del Barrio do Cura y A Seara, entre otros), pero dejaban un caramelo envenenado para los defensores (y propietarios) del monte comunal de Cabral. En aquel momento se tendría que haber defendido Liñeiriños y haber clamado contra ello si se era consciente del valor ecológico que tenía. Ahora, para variar, es tarde.

En imagen, parte de los montes en manos comunales que rodean Vigo. La ciudad, como un manto, se extiende y se adapta al medio.

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