octubre 2011

Desconexión

Publicado el sábado, 1 de octubre de 2011

Desconectar: dícese de ese bello placer de estirar del cable que alimenta la rutina. O desactivar el piloto automático para volver a disfrutar de las turbulencias. O quitarse las gafas de sol cuando acaba el verano. O someter a la lengua a experimentos gustativos inimaginables. O equivocarse en el primer cruce y volver a trazar el camino. O, sencillamente, olvidarse de las noticias, de las obligaciones y de los problemas.

Así es como, un año más, me siento. El ocaso estival es, por segunda temporada, el inicio de mis días de asueto. No soy animal de playas y sí de ciudades y temas pendientes, ese tipo de cosas que se pueden posponer hasta el fin de septiembre. Ahora que alguien canta aquello de que "no quedan días de verano", me decido a convertir la estación de las hojas amarillas en un verano. Y aunque este año no habrá excursiones endulzadas con gofres y chocolate o regadas con cerveza, tengo un buen plan. Empezó con unos días descubriendo el Señorío de Molina, continúa en Alaquàs i contornada y remata con la siempre convincente Portugal, en su capítulo lisboeta.

Pero no relatemos acontecimientos todavía por acaecer, centrémonos en los momentos atrapados por los carretes fotosensibles de nuestras vidas. Guadalajara me parecía una de esas provincias que nunca pisaría. Una parada prescindible entre dos ciudades enamoradas de sí mismas, Barcelona y Madrid. Una tierra baldía forjada en tiempos mejores y consumida por la vecina villa, de un tiempo a aquí, capital. Y aunque había mucho de cierto, a veces es bueno esquivar la miopía. Desde ahora, el Señorío de Molina en Guadalajara es tierra de castillos en peñones imposibles, de verde entre dorados, de Tajo cristalino, de morcillas de arroz, de dulces con miel, de pipas y girasoles, de bromas recurrentes, de 10.000 kilómetros cuadrados, de nacionales recorridas a límites indecentes, de licores escondidos en baúles, de libros de otra época, de chuletillas, de gente agradable y de mil cosas más.

Ya he disfrutado una semana y casi ni me acuerdo de la contraseña que utilizaba cada mañana para acceder al ordenador en el trabajo. Esto sí es un buen inicio de vacaciones.

En imagen, un ciervo vigila desde una posición privilegiada el Parque Natural del Alto Tajo. Sin dificultad otea a cinco urbanitas que se adentran en sus dominios, perturbando la paz de septiembre. Puede ser divertido.

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