agosto 2010

Lecciones de darwinismo en Leroy Merlin

Publicado el martes, 31 de agosto de 2010

La vida social creó jerarquías. No por ninguna manía en especial, sino por simple organización: si todos somos iguales y nadie toma las decisiones, al final llega otra especie y se merienda hasta el último de la tuya. Por algún tipo de cónclave, se decidió que los individuos más dotados en diferentes facetas fuera los que llevaran el mando. A veces eran los más guapos, otras los más listos y, las menos, los mejor preparados. Con mayor o menor orgullo, hemos ido tirando todos estos años de evolución, reafirmando el poder de nuestros machos alfa y sometiendo a todo tipo de perrerías a los macho beta, los candidatos a sustituirles. Darwinismo puro y duro que apasiona a las hembras de la manada.


La verdad es que yo me acabo de convertir en el macho alfa de mi comunidad. Soy el animal dominante y, por cierto, el único entre estas cuatro paredes de momento. Para demostrar mi conversión he optado por escapar de las fórmulas convencionales: pegarme cabezazos contra todo aquello que se menea o retar a muerte a todo el mundo. No, no, no. Lo más sencillo es comprar un maletín de herramientas y ajustar los tornillos del armario de la cocina. O arreglar un peldaño de la escalera. Y a eso he dedicado un par de ratos estas últimas tardes. Como buen macho alfa, faltaría más.

En imagen, un martillo y unos alicates se enfrentan en un duelo a muerte. Este tipo de cosas son las que hacemos los machos alfa, que repudiamos cocinar tiramisú o limpiar la casa, ¡faltaría más!

Las series que llevo dentro (I): Dexter Morgan

Publicado el jueves, 26 de agosto de 2010

Hay quien dice que ver series es una pérdida de tiempo. Bien pensado, inviertes unas 15 horas por temporada. Según el éxito, acabas cinco años observando la degradación de una buena idea; a veces, diez. Bajas cada capítulo de SeriesYonkis con todo el cariño del mundo, aunque a veces te adaptas a subtítulos surrealistas o a doblajes en una variedad dialectal un tanto extraña. Te sientes un ladrón por aficionarte al captcha de Megaupload. Hasta llegas a comprender a quien dice que prefiere "MU a RS".


Compartes con alguien las últimas tramas, los giros que parecen patinazos de guión. Defiendes a una panda de trastornados guionistas. Pero te da igual, las series te hacen reflexionar y eso te gusta. Sabes que son una ficción, pero hay personajes en los que acabas por reflejarte, aunque sea tangencialmente. De clichés también se vive. Especialmente cuando su máscara sólo te enseña los momentos que ellos quieren. Creo que éste es mi homenaje.

Me gusta Dexter Morgan, el forense y asesino en serie de Dexter. Me cautivó desde el primer momento en que me crucé con él la primavera pasada, gracias a alguna recomendación velada a través de Facebook. Quienes no conozcan la serie podrán indignarse conmigo por hacer apología de la violencia, pero nada más lejos. Superficialmente, Dexter es un tipo tranquilo que se dedica a calmar sus necesidades eliminando a todos aquellos que burlan la justicia. Sangre y violencia gratuita en apariencia. Pero tras esa falsa lucha, poco justificable, subyace una persona que tiene miedo a encajar en la sociedad si se muestra como es.

Queramos o no, todos llevamos un oscuro pasajero en nuestra mochila, como tantas veces se repite en la serie. Las menos, ese pasajero es un asesino en serie; las más, un maniático insoportable con vicios inconfesables. No se trata de grandes secretos, sino de pequeñas verdades que se esconden bajo la superficie. A veces no cejas en el empeño de enterrar esa parte de ti, porque te avergüenzas, pero tampoco quieres olvidarte de quién eres. La clave está en rodearte de personas que tienen la habilidad de ver detrás de la máscara. Y, pese a todo, no te dan la espalda. Porque, sí, todo el mundo tiene algo que esconder. Lo reconozco: no tengo bolsas de basura abandonadas en el Atlántico, pero sí otras virtudes inconfesables.

En imagen, la preparación de un refrescante helado de cerezas. Daba juego la imagen, lo reconozco, y me permitía rendirle un homenaje a Dexter y su oscuro pasajero. El helado muy bueno, por cierto. Continuará...

Frigo playa

Publicado el domingo, 22 de agosto de 2010

Alguien -al que no vamos a poner nombre, pero se reconocerá en estas letras- dijo el otro día algo así como: "a mí no me importa ir a Barra [playa nudista por excelencia de la zona]; otra cosa es meterme en el agua". Superar el pudor es una cosa y, otra bien distinta, es tener que salir del agua junto a las rocas y de espaldas, escondiendo las vergüenzas (o vergüencitas). El agua del océano está muy fría en Galicia y, especialmente, en la ría de Vigo.


Recuerdo que hace un año y pico metí un pie por primera vez en el Atlántico, en la playa de Riazor. En presencia de Eloy y Olalla juré que el agua no estaba tan fría, pero debo confesar que mentí un poco. Bueno, bastante. El agua estaba helada, pero tampoco era cuestión de salir corriendo y llorando al grito de "¡quiero ir a la Malvarrosa!".

Unos meses después acabé en Vigo y probé Samil y O Vao; el agua estaba mucho más fría. Llegué a las Cíes y, aunque nadie se bañaba, lo hice. Los niños salían con principio de hipotermia y, yo, con pocas ganas de envalentonarme. Y pensé que nada podría ser similar, hasta que conocí O Morrazo y la playa de Liméns.

Dicen los expertos que la culpa de estas bajas temperaturas en las aguas gallegas es del "afloramiento". Según este fenómeno, las corrientes empujan al agua fría del fondo hasta la superficie, formando una densa capa que nunca sube de los 18º. Esto pasa especialmente en la ría de Vigo, por sus corrientes propias y facilita que, en contra de lo que apuntan los tópicos (y los vigueses), las playas del norte de Galicia gocen de olas más calientes. Siempre queda el consuelo de que estas corrientes son las que permiten renovar los nutrientes que alimentan al marisco y pescados. No se puede tener todo en esta vida.

En imagen, una playa de Vigo con el agua helada, contemplando O Morrazo. Como se ve, poco ambiente entre olas, que el afloramiento es muy malo. Y no está la vida como para meter los pies en el océano y quede como aquellos míticos helados de los noventa, los Frigo Pie. La vida en HDR es mejor, por cierto; este blog lo acaba de descubrir.

Y Mika nos hizo saltar

Publicado el domingo, 15 de agosto de 2010

Érase un hombre a un par de piernas pegado, érase un par de piernas superlativo, érase un par de piernas luengo y perpetuo, érase un saltamontes muy barbado. El libanés por excelencia de la escena musical actual se dejó caer por Castrelos y rebotó con vehemencia y colorido durante casi dos horas. Y allí que lo vimos unas 20.000 personas.


No todos los días viene a Vigo un artista como Mika. La ciudad, en el fondo, está acostumbrada a grandes conciertos en Castrelos, Traviesas y Balaídos, pero yo era bastante incrédulo: "¿qué hará alguien como él fuera de Madrid y Barcelona?". Mucho. Michael Holbrook Penniman Jr. apareció en Vigo enfundado en un traje blanco, un inmaculado atuendo que contrastaba con tanto girasol y atrezzo circense, en una bacanal fluorescente difícil de confundir. Correspondida por un público ataviado con pantalones azules y camisas a cuadros. Droga dura para epilépticos y amantes de la raya diplomática. Una incitación nada disimulada a dejarse llevar por la felicidad.

Y a saltar. Vaya que lo hicimos, porque no queda otra opción cuando un concierto empieza con un hit tan optimista como "Relax, take it easy". Y prosigue con cierta habilidad para enlazar una canción feliz con otra, todo ello edulcorado con puestas en escena a medida en las que nada eclipsó su característico falsete. Porque sí, ese tono imposible existe, junto a movimientos sólo al alcance de esas dos piernas inacabables. Un espectáculo a su medida: exagerado, circense, colorido y feliz, en el que hilar "Big girl (you're beautiful)", "Rain", "Blame it on the girls", "We are golden", "Love today", "Blue eyes" o "Happy ending". Esta última, por cierto, un momento íntimo de contraste y virtuosismo en el piano, de los que explican que me guste tanto este cantante: con tanta ley antitabaco y en plena era digital, las pantallas LCD de móviles y cámaras hicieron las veces de mecheros. Sin olvidar la archiconocida "Grace Kelly" y la grande, grandísima, "Lollipop". Y muchas más, antes de acabar como había empezado, haciéndonos botar, levantando una nube de polvo por enésima vez e incitándonos a dejar el relax para otros días.

Mika retoma hoy mismo su gira europea en Alsacia, como preludio a su aventura sudamericana en otoño. Una alegría que se haya detenido en Vigo y yo estuviera aquí. El libanés dijo que este concierto le cambió la vida, aunque lo dudo; más bien se dejó llevar. Habrá más oportunidades para verlo, seguramente. Y tú estarás.

En imagen, Mika se superpone a la "A" y salta en un escenario particular, todo ello vestido con una camiseta a rayas con cola que suscitó muchos comentarios. Como el músico rubio de la izquierda y la corista de la derecha, al menos por nuestro sector, ejem, ejem.

Arde Portugal, espera Galicia

Publicado el viernes, 13 de agosto de 2010

Arde Portugal y empieza a hacerlo también Galicia. La frontera lusa se tiñe de negro y parece que nadie tiene mucha prisa en apagar los focos. El mismo drama que se repite todos los veranos a un lado y otro de A Raia y, sin embargo, al que nunca se pone fin. Parecía que la movilización social surgida tras el funesto verano de 2006 con 80.000 hectáreas quemadas en cerca de 2.000 focos sentaría un precedente. Pero no, es siempre lo mismo, los intereses particulares se imponen.


La mayor parte de los incendios son culpa nuestra, en Galicia o en cualquier parte del mundo. Un puñado de ellos son provocados por desequilibrados o pirómanos y otro por inconscientes que queman rastrojos o echan un cigarro encendido. Pero muchos por intereses económicos: recalificar urbanísticamente un terreno, comprar madera a bajo precio o crear nuevos pastos para animales. Una trágica realidad que empuja a esta comunidad a la parte alta de la clasificación estatal de hectáreas calcinadas.

El caso es que este año ya han ardido en Galicia cerca de 5.000 hectáreas, algunas de ellas en zonas de una gran riqueza natural como el Cañón del Sil o a las puertas de Vigo. Y la Xunta ha decidido tomar una política comunicativa curiosa: guardar silencio y no informar sobre incendios, focos, estado y hectáreas. Dice que lo hace para evitar el efecto contagio y que ya dará datos en octubre. Curioso...

En imagen, Vilanova da Cerveira (en el centro) y la frontera fluvial del Miño vistas desde A Guarda. Las montañas que se ven al fondo conforman el Parque Nacional de Peneda-Gerês, que esta semana está sembrado de hileras negras de humo.

Mi infancia a la gallega

Publicado el miércoles, 11 de agosto de 2010

Xoni, Tiriti y Poti presentaban A la babalà, el espacio de entretenimiento infantil que emitía Canal 9 y con el que creció toda mi generación. Recuerdo que todos teníamos la tarjeta del Babalà Club y, el día de nuestro cumpleaños, nos enviaban una postal y aparecía nuestro nombre en la TV a las 7.30 horas. Clásicos como Bola de drac, Les tortugues ninja, El capità planeta o Músculman nos conquistaban a todos. Más tarde llegó Paqui Rondán con un característico bull terrier como mascota, para que después María Abradelo se encargara de conducir el programa durante una década. El programa se transformó, cambio de nombre y contenidos, pero siguió siendo uno de los referentes para los niños valencianos.


Cuando era pequeño lo mejor era tener el dinero en Bancaja. Un lagarto llamado Quico se destapaba como la adaptación para niños de sus productos, básicamente de ahorro. Recuerdo que siempre estaban regalando cosas por incrementar el saldo del Pequeplan o abrir una Libreta Uno: toallas, mochilas, radios... Sin embargo, para cuando llevé mi dinero a Bancaja ya estaba algo crecidito para poder optar a un estuche de rotuladores. Siempre me quedó algo de resquemor, por llamarlo de alguna manera.

La aventura gallega me permitió descubrir que nuestro Babalà Club aquí se llamaba Xabarín Club. Y, aunque nuestro A la babalà era algo más antiguo, a ver quién no se rinde a una sintonía grabado por Ivan Ferreiro. Y hoy Caixanova me ha dado lo que Bancaja nunca me quiso dar. Que no, no es una toalla de 1.10x0.50 con un lagarto; pero sí su mítica hucha del cerdito. Se dice que en Vigo todo el mundo tiene la suya y la serigrafía desvela la edad: Caja de ahorros municipal de Vigo, Caixavigo o Caixanova. Podemos decir que hemos saldado cuentas, aunque sea a la gallega.

En imagen, el cerdito de Caixanova con su enésima decoración, delante de Poti, Tiriti y Xoni. Ambos, clásicos de esas conversaciones de adultos que añoran su infancia.

De comienzos y viejas costumbres

Publicado el sábado, 7 de agosto de 2010

Cuando te instalas en una casa nueva siempre piensas que no hay espacio suficiente. Te encuentras, pongamos por caso, con una docena de cajas, varias maletas y otros bultos pintorescos. Has acumulado tantas cosas que te duele reconocer el problema que tienes. Te esmeras en organizar y jerarquizar tu caos particular, pero no hay manera de recuperar el aspecto diáfano que tenía. Nadie dijo que los comienzos fueran fáciles. Pero entrar en una nueva casa es también maravilloso. Es como si aprendieras a hacer todo de nuevo: la primera noche, la primera ducha, el primer desayuno o la primera vez que te cruzas a un vecino. O cuando descubres que el grifo no funciona bien o no hay horno (algo ya solucionado, por cierto).


Pero todo esto se olvida cuando te das cuenta que vives en pleno centro de Vigo y en el edificio El Moderno, una joya del eclecticismo vigués de principios del siglo pasado. Un espacio creado por el Conde de Torrecedeira, quien también fue alcalde de la ciudad y fundador de la actual Caixanova. Tras albergar a los más selectos huéspedes como hotel de referencia, pasó a ser la sede del Banco de Galicia y se añadió una cubierta que creó la planta en la que vivo. En esta última década, el edificio pasó a manos de varios particulares, tras una profunda remodelación interior. Y así es como, durante un tiempo, este blog seguirá contando sus cosas desde aquí. O se recibirán visitas en estas coordenadas. Como es costumbre.

En imagen, El Moderno se erige en el centro de Vigo en una calurosa mañana de agosto. La alerta amarilla por calor es implacable fuera y, especialmente, dentro de mi piso, claro.

Días de Blu-Tack y cajas

Publicado el miércoles, 4 de agosto de 2010

Me gusta el Blu-Tack, porque en el fondo es como mi vida desde hace dos años: se adapta a todo, se despega sin dificultades y no tiene miedo a los equilibrios imposibles. A veces me asusta pensar que las personas se parecen tanto o tan poco a una masilla elástica, pero estos símiles funcionan. Sin ir más lejos, durante un tiempo indeterminado estoy descubriendo que tengo habilidades para un itinerario que, irónicamente, pensaba que había descartado hace siete años. C'est la vie.


Filosofía a un lado, la semana pasada dejé mi madriguera en la calle Barcelona, a 125 metros sobre el nivel del mar. Un sitio en el que he vivido bien y en el que he tenido un número selecto de huéspedes. No fue fácil, pero despegué el Blu-Tack que sujetaba mi vida y accesorios y los metí en una decena de cajas y bultos varios cargados en dos coches. Por supuesto, con la inestimable e imprescindible ayuda y organización de tres grandes amigos. Y así hasta la nueva guarida, de la que ya contaré cosas.

El caso es que espero que, como el gran Jack Lemmon en la película que homenajea el título de este post, consiga curarme de mis adicciones. Como, por ejemplo, la de sujetar todo con un material tan maleable, tan temporal. Empezar a construir algo nuestro. Sí, sí, tuyo y mío.

Unos trozos de Blu-Tack sobreviven en la pared, anhelando el viejo recuerdo de las fotos y vivencias que sujetaban. Pero saben que pronto tendrán nuevas experiencias, nuevas ideas, nuevas paredes.

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